Una muy rica versión de nuestro dulce patrio, nuestro postre más representativo, habitual y masivo. El más extendido por los restoranes y las casas argentinas. Sus trucos, secretos, una gran receta y la historia del flan hasta nuestros días.
El flan de puso de moda, se convirtió en uno de esos tantos platos de la cocina de inmigrante porteña que ahora se reversionan, perfeccionan, adoran, idolatran en tantos nuevos restoranes representantes de la nueva cocina argentina, o simplemente de, al fin: una cocina argentina. Así como el flan, es el turno de las milanesas, los buñuelos, los bifes, la pizza, los alfajores, los triples de miga o tantos otros clásicos porteños del siglo XX un poco desprestigiados durante décadas o alejados de las altas cocinas que hoy se sientan en la mesa de los grandes, los respetables; nuestros representantes en el mundo. Con o sin crema, con o sin dulce de leche, con o menos huevos, pero siempre sin agujeritos, sin esa molesta fina lámina durita, sin caramelos quemados; un verdadero flan: cremoso, untuoso, homogéneo; una seda dulce y seductora. Sus buenas versiones hoy rebalsan por las calles porteñas.