Dos de los países con gastronomías más potentes del Sudeste Asiático, dos cocinas cercanas pero muy distintas a la vez. Donde en ambas, el juego entre lo dulce, salado, ácido y picante es lo fundamental y lo que las hace tan interesantes. Hierbas, salsas, texturas, sabores y colores para jugar y probar. Algunas de sus recetas fundamentales.
El lejano oriente es la meca de las salsas adictivas, de los realzadores de sabor repletos de umami, de todo eso que nos hace tener ganas de comer y seguir comiendo. La salsa de soja suele ser la única salsa asiática que todos tenemos en la heladera o la despensa, pero esto se trata de ir más allá, dar un primer paso en el infinito mundo de las preparaciones asiáticas, en la base de ellas y de sus sabores increíbles: sus salsas.
Hablar de comida del sudeste asiático es quizás una licencia demasiado amplia pero a la vez necesaria con una oferta gastronómica como la de Buenos Aires. Por supuesto, la cocina vietnamita es considerablemente distinta de la tailandesa y la malaya de la birmana y así sucesivamente, pero igualmente comparten rasgos en común como para poder agruparlas: sabores frescos y picantes a la vez, gustos tropicales cargados de hierbas, frutas y especias aromáticas y equilibrios de sabores con marcadas notas dulces, ácidas y saladas.