La gastronomía argentina no se caracteriza por haber creado muchas preparaciones saladas, solemos comer reversiones no muy lejanas de clásicos italianos y españoles; sin embargo sí hemos inventado una gran cantidad cosas dulces. ¿Cuáles inventamos?, ¿cuáles copiamos y suponemos nuestras? y ¿cuáles se olvidaron en el tiempo? Además, dónde probar cada una de ellas.
Probamos quince de las que creímos a priori algunas de las mejores medialunas de manteca de Buenos Aires, algunas de las de toda la vida y otras, de las que llegaron hace poco. Por supuesto que es una selección caprichosa, arbitraria y subjetiva, por lo cual quedan lamentablemente decenas de buenas medialunas fuera de ella, es imposible poder probar o evaluar cada una de las miles que se ofrecen en las calles porteñas. Nos concentramos en medialunas, del estilo que sean, pero no en croissant al estilo francés; para empezar, para ser medialuna debe respetar su nombre y forma y no ser un panificado recto.
Conocé su verdadero origen, sus antepasados directos, sus leyendas, sus diferencias y parecidos con el croissant y sus variantes locales, su llegada a la argentina y sus inicios anarquistas y dos muy ricas recetas con ellas. Como tantos otros grandes inventos de la humanidad -desde la penicilina hasta internet-, tristemente a la medialuna también se la debemos a una guerra.