
Lo veo en redes, en amigos, lo veo en certámenes de cocina, en mi familia y la de muchos de nosotros. Muchos sabemos que los cometemos, incluso yo, pero seguimos conviviendo con ellos; por fiaca, por comodidad, por costumbre. Lo mejor es enemigo de lo bueno, pero tratar de saber qué es lo mejor no es despreciable. Cuál agregarías o quitarías.




Volviendo a la patria y a la llegada del dulce de leche a estas tierras. Su primer registro histórico data de fines del siglo XVII y este, afirma que varios frascos de “manjar” fueron importados desde Chile hacia el Colegio Jesuita de Mendoza. Por tanto, podemos inferir que los primeros dulce de leches de la patria llegaron desde Chile a la región de Cuyo.
Un fragmento del folleto: “La LECHE CUAJADA limpia el organismo del hombre; adentro de él, ensancha su vida. Los mayores arcanos suelen estar a nuestro alrededor; también algunas maravillas; la costumbre excusa la conciencia, miramos sin ver y, lo que es peor, creyendo que nada queda por ver y vamos a lo remoto, menos inalcanzable que lo inmediato, en busca de esfinges y maravillas. El elixir de la larga vida, de los cuentos y de algunas débiles fallas de nuestra desesperanza, es por todos conocidos: la LECHE CUAJADA, alimento de Matusalén”.







