Comer y creer: las religiones y sus mandatos

DEBATES20 de septiembre de 2023
En esta parte del planeta no estamos acostumbrados a que la religión se meta en nuestras vidas privadas; en nuestros platos y cocinas. Pero existen grandes regiones del mundo donde eso es tan corriente que se da por hecho, que no se cuestiona ni discute: en gran parte de Medio Oriente y Asia Central, en muchos países de África, en la India o Indonesia, y tantos otros. Más de la mitad de la población del mundo acepta mandatos religiosos sobre qué pueden y qué no pueden llevarse a la boca; las vacas son sagradas, los cerdos están prohibidos o tantos otros mandatos como no mezclar lácteos con carnes o no beber sangre ni por supuesto, bebidas alcohólicas. Pero por qué las religiones lo hacen y las personas lo aceptan, cuál es la historia y la explicación racional o lógica detrás de eso, si hubiera alguna. Aquello que las religiones prohíben: lo que no se come donde generalmente no lo vemos.

El hinduismo y la vaca sagradaSandulchan, el familiar (33)

Para la religión Hindú, la vaca es la madre de la vida. A primera impresión, es raro o chocante ver vacas pasear con mucha naturalidad y sin apuro por calles indias plagadas de miseria. Nosotros las imaginamos como una fuente de alimentos, una fuente de carne y leche, sin embargo, para ellos, son mucho más que eso: son su gran sustento, son su salvación para no morir en la miseria o para tener algo qué comer cuando todo falte. Seguramente, hay muchos que hoy podrán comer menos que si la mataran y saborearan su carne, y mañana lo mismo y quizás pasado; pero en dos semanas o en dos meses pasarían hambre, en cambio, con la vaca viva todavía tendrían algo para llevarse a la boca.

Un 30% de los indios son vegetarianos, pero aquellos que no comen carne de vaca son más del 80% -los hindúes-. Ese 20% restante de la población india está compuesta por musulmanes -mayoritariamente-, católicos y ateos. En todo el norte de la India encontrar y comprar carne de vaca es una proeza y un peligro, diez estados prohiben su matanza y su consumo; ni las grandes cadenas americanas la ofrecen. En la India se habla de 'No Vegetariano' o Vegetariano como clasificación de la comida, de carnívoro, nada. Lo cual, es una gran demostración del status social de las comidas vegetarianas, su lugar de privilegio. En su mayoría, son los ricos aquellos que menos carnes consumen, los pueden elegir no comerlas.

Muchas de las vacas que vemos vagando, paseando, parando el tránsito, comiendo basura o jugando con chicos por las calles de la India son propiedad de alguna persona: es muy normal que las suelten durante el día y vuelvan solas a su hogar durante la tarde, dicen que son fieles y que siempre vuelven -como Perón-, que se ubican y que saben donde está la casa que las arropa y les da de comer. Sin embargo, también hay muchas que ya no son de nadie, que no tienen donde volver y se volvieron un problema para las grandes ciudades. Cuando terminan su vida útil, productiva, se las libera porque se vuelven una carga económica insostenible. Y así, no les queda mejor opción que cortar el tránsito, revolcarse en la basura o comer cultivos. Pese a que el estado indio creó unos 1.800 refugios para vacas abandonadas, todavía parece que hay más de cinco millones de vacas paseando sin rumbo por ciudades indias y esto, provoca enfrentamientos cotidianos con la modernidad y sus costumbres.

Este mandato religioso tiene unos tres mil años y lo encontramos en los textos védicos, los relatos más antiguos de la literatura hindú. En estos textos se refieren a la vaca como Devi -diosa- o Aditi -madre de los dioses-, cuya leche alimentaba al mundo y era enviada por el dios Krishna para dar de comer a los hijos de la India. Pero más allá de los textos religiosos, por aquellos siglos la población de la India aumentó raudamente y por tanto, la tierra empezó a escasear y a las vacas se las comían a un ritmo acelerado que hacía peligrar su disponibilidad. Entonces, el sustento racional de este mandato se basa en que las tierras se volvieron necesarias para los cultivos y las vacas, cada vez más escasas y con menos tierras para la ganadería, se volvieron indispensables por su leche y derivados: por su abono y por su tracción como animal de trabajo. La leche, el queso -paneer-, el ghee -manteca clarificada- y el yogur se volvieron básicos e indispensables de la dieta india. 

Sandulchan, el familiar (19)Cómo asan y qué carnes sirven en las parrillas más famosas del mundo

Además, la vaca tiene otra gran ventaja frente a otros animales como el cerdo: no compite con la alimentación del ser humano. Come principalmente pasto, pero cuando este escasea come casi cualquier cosa, incluso basura. 

Y sobre todo, como decíamos, qué comería una familia india el día después de comerse a la única vaca que tienen, qué cultivarían o qué cenarían. Cuando terminaran de comerla no tendrían más nada y deberían emigrar a las grandes ciudades, las cuales se sobrepoblarían aún más y esto provocaría más miseria y más hambre del que ya hay. Entonces, podríamos decir que la vaca sagrada es una de las causas principales de una india que se mantiene en buena parte rural y a pequeña escala, en el autoabastecimieno. No comer la vaca no se trata de un gran acto de amor, sino, de no caer en la tentación, de tener la forma de sobrevivir en momentos de escasez y hambruna. Es el tractor de cada día y la leche de cada comida.

Musulmanes y judíos unidos por su rechazo al cerdoManteca (98) 

El corán lo trata de inmundicia, el antiguo testamento de impuro.

El judaísmo, la primera religión monoteísta de las nacidas en Oriente Medio es también, la primera en hablar del cerdo como un animal impuro. Unos mil quinientos años más tarde, en esa misma sintonía Mahoma se refirió al cerdo como un animal contaminado. Yahvé y Alá le prohiben el consumo de carne de cerdo a millones de judíos y cientos de millones de musulmanes.

Moisés Maimónides, famoso médico de la corte de Saladino en el Cairo allá por el siglo XIII, fue el primero en elaborar una explicación racionalista sobre el cerdo y su prohibición: él creía que Dios había querido prohibir la carne de cerdo como medida de salud pública, que su carne tenía un efecto malo y perjudicial para el cuerpo y que, además, se trata de un vector de enfermedades. Esta última parte es verdad, la triquinosis se transmite a través de la carne de cerdo, pero también, existen muchos otros animales no prohibidos por estas religiones que son vectores de otras enfermedades, como el antrax -una enfermedad famosa y mortal en la antigüedad- o la salmonella y tantas otras. Por lo cual, esta primera hipótesis naturalista es algo endeble.

Otra de las hipótesis racionalistas indica que el Viejo Testamento y el Corán condenaron al cerdo ya que su crianza resultaba una amenaza para los antiguos pueblos de Medio Oriente, tanto por la alimentación como por su hábitat. El cerdo, omnívoro, compite con la alimentación del ser humano, come lo que nosotros solemos comer: frutos secos, granos, frutas o tubérculos. Además, los cerdos no resisten bien del calor y necesitan de mucha más humedad y agua para sobrevivir –a diferencia de otros animales como las cabras u ovejas- y por supuesto, gran parte del territorio de Oriente Medio es árido y semidesértico. De más esta decir, el cerdo no es una buena fuente de leche y tampoco puede andar grandes distancias como lo hacían muchos pueblos nómades de la región.

También, su trato como animal impuro o sucio por estas religiones tiene un sustento material, lo cual no quiere decir que el cerdo sea sucio por naturaleza o en todas las condiciones, sino que: a causa del calor y la sequía, al no disponer de sombra ni de barro, el cerdo depende del efecto refrescante de su propio excremento.

Entonces, si se trataba de un animal que competía por el alimento con el ser humano, no producía leche, no proporcionaba fuerza de trabajo y debía revolcarse en su propia mierda; podemos encontrar acá, una razón con cierta lógica a su prohibición, sobre todo en esos suelos y climas. Durante el séptimo y segundo milenio a.C. la población de Oriente Medio se multiplicó por sesenta y allí, el cerdo se volvió un objeto de lujo en un territorio que le era hostil. Una tentación que atentaba contra el sano desarrollo -ecológico y económico- de los pueblos que la religión había llegado para prohibir. Cuánto mayor es la tentación, mayor es también la necesidad de una prohibición divina: una fórmula que rigió fuertemente hasta hace bien poco, hasta que el Estado-Nación tomó el lugar de las religiones como ordenador y articulador social.

El cristianismo y el autocontrolManteca (100)

En lo que respecta a la vida privada de sus fieles, el cristianismo -salvo en sus vertientes más conservadoras y extremistas- es una religión bastante liberal que no se entremete en las cocinas ni te indica qué tenés prohibido servirte en el plato.

El Nuevo Testamento olvida las restricciones alimentarias que imponía el Antiguo Testamento -y por tanto, a los judíos-. “Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre”, dice el Evangelio de Marcos. En esta misma línea, en el Libro de los Hechos, Pedro se vio hambriento frente a gran cantidad de animales, a lo cual Dios le dijo: “Levántate, Pedro, sacrifica y come”. A lo cual, Pedro le replica: “De ninguna manera, Señor; porque jamás he comido nada profano e impuro”. Y Dios le insiste: “Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano”. 

El cristianismo apela a que las enseñanzas de Jesús son suficientes para que los hombres sean totalmente libres y puedan ser ellos, quienes deciden qué comer y qué no, cuánto y cómo. Apela a una conciencia individual, a un autocontrol, a un saber que no necesita de imposiciones ajenas. La Biblia se interesa más en la cantidad de lo que comemos que en qué comemos. Supone a los hombres que siguen las palabras de Jesucristo lo suficientemente capaces como para determinar qué deben llevarse a la boca.


Posdata

Sobre este tema recomiendo el libro de Marvin Harris: “Vacas, cerdos, guerras y brujas”.

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