La Ruta de las Especias
Para empezar, diferenciemos a las especias de las hierbas: las hierbas son las hojas frescas o secas de las plantas y en cambio, las especias se obtienen de sus semillas, cortezas, raíces, flores o incluso frutos; pero nunca son productos frescos –al contrario de las hierbas–. Las hierbas nunca movieron ejércitos, pueblos, naves o voluntades, las hierbas nunca determinaron el rumbo de la historia de la humanidad; las especias, sí.
Durante siglos, las especias fueron el gran motor para que culturas lejanas se relacionen, luchen, fusionen, conquisten o incluso, hasta se creen nuevas. Sin ellas, no habría habido excusas para que Colón llegase a América o Marco Polo a China, por ejemplo. Para que la cultura europea conquiste continentes y hoy seamos quienes seamos. Durante mucho tiempo, las especias fueron fundamentales para disimular la falta de frío de las materias primas; la podredumbre, pero también, fueron un símbolo de estatus, de clase. Las especias no solo eran un elemento culinario, sino que también se usaron como medicamentos o con fines religiosos o como perfumes o tinturas.
Las cinco grandes especias por las cuales muchos arriesgaron su vida o vendieron todo su oro son: el clavo de olor de las Molucas –o llamadas Islas de las Especias– en Indonesia, la nuez moscada de las islas Célebes -también en Indonesia-, la canela de Ceilán –actual Sri Lanka–, la pimienta de la costa Malabar en el suroeste de la India y el jengibre de China.
Historia de la ruta
La llamada ruta de las especias existe desde hace unos tres mil años, fueron los Fenicios, sus ciudades–estado y su saber avanzado en navegación los primeros en explotar el comercio entre oriente y occidente, en ser los intermediaros entre los dos mundos, en sacar provecho de ello. Era el negocio más redituable y buscado ya desde la Antigüedad Clásica; fue, por ejemplo, uno de los grandes móviles de Alejandro Magno para realizar sus conquistas y la razón primaria para fundar Alejandría en ese preciso lugar.
Las viejas rutas de caravanas por el desierto a través de Medio Oriente fueron dejando su lugar a las rutas marítimas que cruzaban el Mar Rojo hacia el Mediterráneo por Alejandría y desde allí, muchas veces a Roma o las polis griegas. Para esto, fue fundamental el gran antecesor del Canal de Suez: El Canal de los Faraones. Un paso marítimo construido, se cree, hace casi cuatro mil años por los egipcios que conectaba Europa y Asia, el Mar Rojo con el Mediterráneo, a través de ríos navegables, una obra de ingeniería increíble que desaparecería por casi dos milenios hasta la construcción del actual canal a mediados del siglo XIX.
El gusto por las especias y su consumo en grandes cantidades fue una de las principales causas del fin del gran Imperio Romano: destinaban mucho de su oro y plata para comprar –sobre todo– pimienta de la India, no existe casi receta romana sin ella. Es sorprendente que este lujo innecesario y tan valorado por los romanos haya sido causa fundamental de la crisis economía del Imperio más poderoso de la historia. Roma se quedaría sin reservas y empezaría el declive hasta su final en 476 d.C.
Ya durante la baja Edad Media, la República de Venecia se convirtió en la ciudad más rica y próspera de Europa gracias a tener el monopolio del comercio de especias entre occidente y el mundo árabe. Las especias eran traídas por sus socios árabes o bizantinos desde el "fin del mundo" y los hábiles marineros venecianos viajaban hasta Alejandría o la costa turca para comerciarlas con la Europa Occidental.
Sin embargo, todo este complejo pero aceitado orden geopolítico se acabó con la conquista de Constantinopla –bizantina– por parte de los Otomanos en 1453. Esto decretó el fin del Imperio Romano de Oriente y la transformación de Constantinopla en Estambul. A diferencia de los bizantinos, los otomanos no mantenían buenas relaciones ni con Venecia ni con ningún otro pueblo cristiano de occidente. A raíz de esto, los otomanos se interpusieron a todo acceso conocido a oriente, por tierra o por vías marítimas, desde Europa y por supuesto, a sus especias.
Este nuevo equilibrio de fuerzas obligó a los comerciantes europeos a salir a buscar nuevas rutas hacia el este; provocó el inicio de la Era de los Descubrimientos, de la Edad Moderna y también, por supuesto, del fin de Venecia como el Estado más poderoso de Europa. La ruta a través de Medio Oriente y el Mar Rojo ya no era un camino posible para llegar a ‘las indias’, era necesario encontrar nuevos, fundamentalmente sin Otomanos de por medio. Y fueron los portugueses los primeros en tomar la decisión de buscar esa ruta alternativa, arriesgar y navegar en mares totalmente desconocidos hasta ese momento, tales como el Atlántico Sur. En aquel momento, la ganancia en el comercio de las especias era de algo así como el 3.000% para quienes las compraban en Oriente y las revendían en Europa: por eso creían que valía la pena arriesgar la vida.
Bartolomeu Dias fue el comandante de la expedición portuguesa que en 1488 descubrió el paso por el sur de África hacia las indias, su expedición llegó hasta las costas del este de la actual Sudáfrica y volvió a Portugal, los marineros se negaron a seguir navegando en territorios desconocidos. A aquel paso, que muchos suponían existía pero nadie podía estar realmente seguro, lo llamaron: Cabo de Buena Esperanza. Su nombre, obviamente, remite al efecto que esa expedición produjo. Esa fue la ruta que cambió al mundo.
Menos de una década más tarde, Vasco Da Gama tomaría la posta de su compatriota Dias y completaría la hazaña: después de casi un año de viaje desde Portugal, en 1498 la flota de Da Gama llegó a las costas de la India, específicamente a Calicut, un pueblo al suroeste del país –actualmente en el Estado de Kerala–; inaugurando así, la ruta marítima desde Europa hasta la India a través del océano Atlántico. Tal era el desconocimiento de las tierras a las que estaban llegando y los mares que estaban navegando que Da Gama y sus hombres creyeron que los indios eran cristianos, ya que le rezaban a unas imágenes que ellos interpretaron como santos -la otra gran religión que conocían, la musulmana, no tiene imágenes-. Ningún riesgo era más importante que encontrar el lugar de producción de aquellas joyas aromáticas llamadas especias.
Allí, Da Gama fundó la primera colonia europea en las indias: Fort Kochi –la cual gobernó dos décadas más tarde por menos de un año hasta su muerte–. En su segundo viaje a la India, el conquistador y sus tropas derrotaron a sus pares árabes y chinos en el Índico para poder hacerse con la hegemonía del comercio en la zona. Un reino de un millón de personas como el portugués derrotaba a grandes potencias gracias a sus barcos más rápidos y sus cañones más modernos. De esta manera, los portugueses se volvieron el reino más poderoso y rico durante el siglo XVI.
Los Reyes Católicos no quisieron quedarse atrás de sus vecinos portugueses y, uno de esos intentos por encontrar nuevas rutas hacia las especias fue justamente, el de Cristóbal Colón. Aquel que le aseguró a la corona que podía llegar a las Islas de las Especias navegando hacia el oeste, rodeando la Tierra, y no, realizando el larguísimo viaje, pero conocido, que bordeaba toda la costa africana. Gracias a las especias somos quienes somos y estamos donde estamos.
Otra de las grandes aventuras patrocinadas por la corona española fue seguramente el hito más importante de la Era de los Descubrimientos y el viaje más importante de la historia: la primera vuelta al mundo que culminó hace 501 años y estuvo comandada primero por Magallanes, un portugués bajo las órdenes españolas y, finalmente, por Elcano. La intención de Magallanes era justamente llegar hasta las famosas Islas de las Especias o las Molucas -y a su clavo de olor- por el oeste, por el Atlántico, –básicamente aquello que había querido lograr en primera instancia Colón y había fallado por haberse topado con un continente desconocido–. El gran interrogante del viaje era que Magallanes no podía saber cuánta distancia había entre el nuevo continente y las indias. Aquellos hombres fueron los primeros en cruzar aquel Océano que separa las costas del este de América con el Oriente y sufrir su inmensidad. Aquellos hombres fueron quienes lo llamaron Pacífico por su serenidad a diferencia del bravo Atlántico Sur del cual venían. La proeza fue completada, pero en el camino, muchos de sus integrantes morirían. Magallanes fue asesinado por una tribu cebuana en la actual Filipinas y bajó las órdenes de Elcano la expedición finalmente arribó a las Islas Molucas antes de emprender el viaje de vuelta a casa. Después de tres años de viaje y con solo dieciocho hombres de los casi doscientos cincuenta que habían partido, lograron volver a España y dar la primera vuelta al mundo. Este gran viaje no solo demostró de manera fáctica el tamaño total –y la forma– de la Tierra y de sus mares, sino que también, y no menos importante, demostró de una buena vez que no había monstruos ni seres terribles en ningún lado del planeta, que todos somos iguales en todas partes, a diferencia de lo que contaban muchos de los escritos de la época. Este viaje dio inicio a la globalización. Y todo esto, por algunos bolsones de especias.
Qué leer y mirar para ahondar en el tema:
Libro: Especias, historia de una tentación de Jack Turner. Acantilado. Un gran ensayo sobre la Ruta de las Especias.
Serie: Sin límites, en Amazón Prime. Ficción española no genial ni mucho menos pero igualmente interesante sobre el viaje de Magallanes.
Algunos lugares dónde comprarlas en Buenos Aires:
El Gato Negro, Av. Corrientes 1669. El lugar más clásico de la ciudad para comprar especias y tés, siempre un 10.
Nave Especiario, Av Dorrego 955. Especializado en especias, pastas y mezclas de ellas. Un gran lugar donde podés encontrar joyas difíciles de conseguir: la juguetería de las especias.
Casa Polti en el Mercado de Belgrano: un clásico infaltable del barrio.
Bodega Amparo: con ya tres locales, se trata de un mercado de productos de buena calidad, desde fiambres hasta especias, pasando por vinos o pastas importadas.
El Barrio Chino: en sus supermercados se ofrece una buena variedad de especias a precios sensatos.