
Un paseo por el mundo en colectivo: seis mercados o supermercados étnicos porteños más allá del famoso Barrio Chino.
Un paseo por el mundo en colectivo: seis mercados o supermercados étnicos porteños más allá del famoso Barrio Chino.
Comer en un restorán que se las dé de algo debe ser más que solo comer, más que ir a buscar sabores conocidos y recontra masticados; debe ser chocarte con algo que uno no fue a buscar ni podría imaginar. Deben ser experiencias, emociones –buenas y malas–, sorpresas, novedades, enriquecerse; simplemente, de alguna manera, vivir y no pasar los días uno tras otro o en este caso, las comidas. Y eso, en Mercado de Liniers sucede, suceden cosas, te pasan cosas: crean, provocan, son osados.
En el Mercado Belgrano conviven en justo equilibrio lo clásico y lo moderno, lo trendy y lo tradicional, los puestos familiares de toda la vida de productos frescos con las opciones nuevas de comida étnica o cool que valen la pena. Es uno de los últimos mercados de barrio clásicos de la Ciudad, aquellos que abrieron a fines del siglo XIX cuando aún creíamos en el progreso y la ciudad no paraba de crecer y modernizarse de la mano de nuestros abuelos recién bajados del barco. Un verdadero mercado.
El reciente paseo gastronómico del Paseo La Plaza es un gran refugio para distraernos de la fiebre mundialista, las derrotas impensadas y los calores veraniegos del centro porteño. Es un paseo arbolado y calmo en medio de la ciudad con muy buenas opciones para comer y una dinámica muy agradable.
Ocho buenas opciones en uno de los nuevos y mejores gastromercados de Buenos Aires.
El Mercado del Progreso es el único mercado de la Ciudad que resiste a la modernidad, es el último verdadero mercado de barrio, es el último recuerdo de una Buenos Aires que ya casi no es.
Porque es infinitamente más barato, porque hay mucha variedad y calidad, porque se puede comprar de a medio kilo y cualquier día de la semana, porque un mercado es un parque de diversiones para un cocinero. Porque vale la pena y es la única receta contra la inflación: El Mercado Central.
Todo cambió, a partir de ese 14 de julio de 1789 el mundo no fue igual y por supuesto, la gastronomía tampoco. La revolución que estalló por falta de comida terminó revolucionando las cocinas.
Una cocina italiana que, curiosamente, no llegó a Buenos Aires. Solo el 1,4% de los inmigrantes italianos que llegaron a la Argentina a fines del siglo XIX y principios del XX provinieron de la región del Lacio –capital Roma–. Una cocina más bien de clases bajas, con mucha menudencia, corte despreciado, fiambres no elegantes y quesos de oveja. No se trata de una “cocina de producto” despojada y elegante sino, al contrario, de enaltecer con mano y corazón alimentos baratos. Una cocina de casa, reconfortante y bastante simple de preparar. Pocos ingredientes, ricos.
Sobre todo es, y también es muy buena, seguro que no es mala, pero también, casi seguro, que no es la mejor.
Técnicas de cocción muy corrientes que, para mí, deben sepultarse. Muchas por supuestos olores, otras por comodidad, otras por ignorancia y otras, hasta por gustos inentendibles, porque, aunque digan lo contrario, de gustos está todo escrito. Por supuesto, siempre hay pequeñas excepciones a cada punto, pero por regla general es así. ¿Cuáles otras se te ocurren? ¿En cuáles no coincidís?
Porque las modas cambian, porque los paladares mutan, porque importa más el rendimiento y los costos, porque no hay demanda, porque simplemente no eran tan ricos o, porque: solo nos olvidamos. Algunas preparaciones que fueron populares y clásicas en los restoranes y cocinas argentinas, sobre todo porteñas, y hoy se encuentran olvidadas o en vías de extinción.