
Porque las modas cambian, porque los paladares mutan, porque importa más el rendimiento y los costos, porque no hay demanda, porque simplemente no eran tan ricos o, porque: solo nos olvidamos. Algunas preparaciones que fueron populares y clásicas en los restoranes y cocinas argentinas, sobre todo porteñas, y hoy se encuentran olvidadas o en vías de extinción.



Un bufé con alma de bodegón, un emblema del barrio. Un salón amplio improvisado en distintos niveles en la entrada del club, una de las mejores tortillas de la ciudad, muy buenas milanesas, los pollos y los matambres en todas las versiones que puedas imaginar, ricas rabas, buenos buñuelos y un buen flan. Un bufé de club con muchas y buenas opciones que juega siempre.
Un clásico de los clásicos, un refugio del Palermo que ya no existe, ese bohemio y descontracturado, auténtico y barrial. Buenas milanesas, un buen bife o unas pastas bien porteñas, para qué más. La síntesis del bufé de un club, nada cambió en las últimas décadas: las sillas, las mesas, el piso de baldosa y la cancha de papi fútbol al fondo, mucho menos la comida.
Las camisetas azul y oro invaden las paredes y la comida generosa y honesta, las mesas. El bufé del Club Atlanta es un bodegón con todas las letras: sus ravioles de osobuco con estofado son un clásico de un domingo de invierno, sus rabas salen perfectas, sus milanesas más que buenas, y sus dos distintivos son el puré de papas duquesa con los pescados y las papas bravas que salen con la entraña jugosa. Un clásico de y del barrio.
Con un bufé –o comedor como ellos le quieren llamar– totalmente renovado que reabrió este año nos ofrecen una comida reconfortante, muy bien hecha y a precios amables. Con una cocina y un espacio más cuidado y trabajado que un clásico club de barrio pero sin perder la esencia, una gran opción, un nuevo restorán que llegó para quedarse. Sus pastas rellenas caseras son realmente buenas, sus empanadas fritas, sus clásicos buñuelos o su lengua a la vinagreta, sus milanesas –por supuesto– y no olvidar sus postres; entre ellos un gran flan. Para los mediodías de la semana ofrecen un menú ejecutivo económico y muy correcto.
Un pasadizo secreto hacia el bien en un barrio que sufre su transformación pretenciosa. El Club Social General Alvear queda al fondo de un largo pasillo a media cuadra del Parque Las Heras, al fondo de ese pasadizo, en un pequeño y simple salón aparecen los platos clásicos de la argentinidad con gusto a casa: las milanesas, los bifes, las tortillas, las costillitas y los revueltos. Una carta corta pero justa, bien de bufé de club. Todo bien servido, todo a precios alegres. Simple y al pie.
Manteles a cuadrillé rojos y paredes plagadas de banderines y fotos: un bufé de club con todas las letras, casi tantas como su milanesa especial a la napolitana con cuatro huevos fritos -y todo lo demás también-. Carta corta y justa, como debe ser en un verdadero bufé, comida rica y generosa. Empanadas fritas imperdibles, milanesas perfectas y buenas tortillas. El sabor y la experiencia de una casa, lo que debe ser un club.
Hace más de cien años que en este club palermitano se practica el arco y flecha, pero lo que a nosotros nos compete son sus generosas milanesas, sus papas fritas pay finitas y crocantes, su suprema a la maryland y sus canelones caseros. Con un muy agradable patio, tienen una carta un poco más extensa a las clásicas de club y también, carnes y achuras a la parrilla. Un clásico de la argentinidad para no dejar pasar.









